¿Cuál es tu vínculo con el mundo rural? ¿Has vivido siempre en el mundo rural?
Mi padre nació en Cahecho, el pueblo de 45 habitantes donde vivo y desde donde fabrico mis piezas. Él nos traía a mi hermana y a mí cuando éramos pequeñas porque quería que aprendiésemos “las cosas del pueblo”, pero yo necesité viajar por el mundo antes de querer volver a los orígenes, así que viví en Bilbao, Barcelona y Porto Alegre (en el sur de Brasil) antes de decidir instalarme aquí.
¿Qué te motivó a desplazarte al entorno rural?
Mi hijo nació en el sur de Brasil, en la ciudad de donde es mi compañero Pedro. En 2019 decidimos volver a España para tener más calidad de vida y estar más cerca de mi familia. Nos mudamos a Santander, pero a raíz de la pandemia nos dimos cuenta de que en el pueblo íbamos a estar mucho mejor.
¿En qué consiste tu proyecto? ¿Dónde encontraste la inspiración para desarrollarlo, cómo surgió la idea?
Siempre digo que vivir en el campo me dio la oportunidad de correr menos y pensar más en lo que realmente quería hacer. Hace mucho que descubrí que coser me hace feliz, pero nunca había conseguido priorizar mi proyecto personal. El Valle de Liébana es un lugar súper inspirador a nivel de paisaje y cultura, y cuando decidí que había llegado el momento de intentar crear mi propia marca de complementos, todo fluyó. Quería crear estampados propios para diferenciarme de otras marcas, y conversando con mi amiga la ilustradora Akesi Martínez, entendimos que inspirarnos en lo que tengo alrededor en mi día a día era una buena idea.
¿En qué punto está tu proyecto (empezando, reformulando, es un negocio familiar…)?
MIGA nació en diciembre de 2022, así que es una marca de reciente creación. Vendo a través de mi propia tienda online y colaboro con comercios con valores alineados con los de mi marca para poder ofrecer los productos a la clientela a través de un canal de venta físico. Sigo formándome y aprovechando todas las oportunidades que tengo para hablar de mi proyecto, poner en común ideas y crear redes de apoyo mutuo.
¿Cómo te preparaste para desarrollar tu idea de negocio en el medio rural? ¿A qué servicios acudiste? ¿Te sirvió de apoyo?
Empecé mi formación en un programa autonómico para personas que emprenden en el medio rural, Nansaemprende, después hice el curso para emprendedoras de Desafío Mujer Rural, y seguí con un programa de mentoring de CISE, el centro internacional de emprendimiento de Santander. Todo esto durante el año previo a la constitución de la empresa. Conseguí desarrollar mi plan de negocio y usarlo como hoja de ruta. Conté con ayuda de la Cámara de Comercio de Cantabria, del Grupo de Acción Local de Liébana y gané un capital semilla de la Fundación Botín. Fue un proceso largo pero súper útil. Aprendí a hacerme las preguntas adecuadas antes de lanzarme a emprender, así que sí, no solo me sirvió de apoyo como fue fundamental para la viabilidad del proyecto.
¿Con qué barreras te has encontrado para desarrollarlo? ¿alguna específica por ser mujer? Específicas del medio rural y otras que considere importantes.
La cuestión de la financiación siempre es complicada. El capital semilla me permitió contratar y profesionalizar algunos servicios que sin ese dinero hubiera tenido que aprender a hacer yo. Y bueno, soy apañada, pero no tanto como para hacerlo todo bien. El hecho de que las subvenciones solo lleguen cuando ya has hecho el gasto es una barrera importante. Crear una red de empresas proveedoras en las que puedo confiar tampoco ha sido fácil, y ser mujer probablemente ha dificultado que algunas personas me tomaran en serio. Al final, la mayoría de las empresas e instituciones con las que he tenido que tratar están lideradas por hombres, y yo no tenía ninguna experiencia empresarial, así que he vivido situaciones en las que me han tratado con un paternalismo que estoy segura no se hubiera dado si yo fuera un hombre.
¿Cuáles son las mujeres referentes que te han inspirado? ¿Alguna relacionada con el medio rural?
Mi madre es una gran inspiración porque lidera un proyecto de confección de complementos de moda en el que yo he aprendido toda la técnica, aunque sus materiales y valores sean muy diferentes a los de MIGA. Hemos llegado a un punto de intercambio de conocimiento e ideas, y cuando tengo una duda, siempre es la primera persona a la que llamo. Aquí en mi Valle siempre que puedo intento juntarme con mujeres de la zona, porque son transmisoras de cultura, costumbres y tradiciones, y están llenas de sabiduría. Es una pena porque muchas nunca le han dado valor a lo que saben, y por eso no lo transmiten tanto como deberían, pero en Liébana hay varias mujeres trabajando para que nuestras tradiciones no se pierdan. Desde la asociación Beatus Ille, por ejemplo, organizan talleres y encuentros en torno a saberes ancestrales, generando oportunidades maravillosas de intercambio entre mujeres. Con todas ellas aprendo mucho, y son una inspiración a la hora de pensar nuevos estampados. Es más, mi estampado de más éxito se llama “Mujeres Lebaniegas” y es un homenaje a las mujeres del Valle.
¿Crees que tu sector está muy masculinizado?
No, la costura artesanal no es un sector tan masculinizado como otros. Pero precisamente por eso, parece un “arte” menor, muy doméstico. Hace poco leí que la diferencia entre arte y artesanía es quién lo ejecuta, si un hombre o una mujer. Entiendo que no es tan sencillo, pero un poco esto creo que sí que hay.
¿El apoyo recibido al desarrollar tu proyecto ha provenido de hombres y mujeres por igual?
A nivel personal las mujeres conectan mucho más con mi proyecto y con sus valores, son mi público y mi clientela. A nivel de apoyo profesional, fuera de mi padre que es artesano y me ayuda en todo lo que le pida y más, las mujeres siempre se han interesado más que los hombres por lo que hago. Tengo la sensación de que la mayoría de hombres que me he ido encontrando consideran mi proyecto poco “ambicioso”. He llegado a escuchar que la conciliación de la vida personal y profesional no es una razón válida para emprender… y esto no me lo dijo una mujer.
¿Cómo crees que tu proyecto afecta al tejido o la economía de tu comunidad? ¿y qué valor añadido aporta al medio rural?
De momento trabajo sola, así que no aporto mucho al tejido productivo de mi comunidad, más allá del autoempleo. Pero poco a poco voy conociendo a mujeres de mi alrededor con proyectos alineados en valores con MIGA con las que estoy tejiendo una red fuerte de colaboración. Estamos en una fase muy inicial, pero son personas muy generosas que creen en el bien común y en la fuerza de las sinergias, y estoy segura de que a medio plazo esto va a generar resultados positivos para todas. Y bueno, mis piezas cuentan historias del Valle, y entiendo que este es mi granito de arena para poner en valor y evitar que se pierda la cultura propia de aquí.
¿Cómo conociste el Programa Desafío Mujer Rural? ¿En qué ha ayudado al desarrollo de tu idea?
No me acuerdo de cómo llegué a vosotras, probablemente a través de redes sociales, pero lo que sí sé es que yo he hablado de vuestro programa a todas las mujeres emprendedoras o con ideas de negocio que tengo alrededor, porque para desarrollar mi plan de empresa el curso que hice con vosotras fue fundamental. Poder ir desarrollando la idea al detalle semana a semana, y recibir correcciones y feedback tuvo para mí un valor incalculable. Emprender puede ser un proceso muy solitario, y el acompañamiento de mi tutora fue fundamental para entender que lo que estaba haciendo tenía algún sentido.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Akesi Martínez y yo estamos trabajando en el nuevo estampado, y estoy desarrollando prototipos de nuevos modelos. La tienda online de MIGA pronto tendrá novedades, además de envíos internaciones. Además sigo formándome y aprovechando todas las oportunidades de crear redes que se me ponen por delante. La mitad del tiempo estoy construyendo mi proyecto pasito a pasito y la otra mitad hablando de él donde quieran escucharme.
¿Cómo ves tu sector en el medio rural? ¿Qué recomendaciones les harías a las mujeres que quieren emprender en el medio rural?
Recomendaría que hablen con gente, que vayan a reuniones de asuntos que tengan que ver, que en su Grupo de Acción Local las conozcan por el nombre, que apoyen a otras iniciativas y que se dejen apoyar. Porque muchas veces el problema es que no sabemos lo que nos falta por aprender, y solo lo descubrimos hablando con otras personas. Y además, tengo la sensación de que estamos en un buen momento. Parece que hay interés porque nuestros proyectos se pongan en marcha, y hay muchos recursos que no conocemos y pueden ayudarnos a que nuestras ideas funcionen.
Por último, una frase con la animarías a otras mujeres a emprender en el medio rural.
Pues supongo que sería algo así como “Quítate el síndrome de la impostora de encima, porque nadie sabe más sobre tu proyecto que tú misma”. Ojalá la socialización femenina no nos hubiera mellado tanto la autoestima, porque el mundo está lleno de hombres mediocres haciendo cosas mientras nosotras necesitamos tener todo atado para atrevernos.